miércoles, 9 de marzo de 2016

DECÁLOGO PARA ENSEÑAR

El sábado 5 de marzo, Monseñor Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid, en la XXXI Jornada Diocesana de Enseñanza, invitó a los educadores a aceptar con alegría el llamado a educar en aquello que más le agrada a Dios: "LA MISERICORDIA".
Para ello propuso un decálogo digno de ser meditado y aplicado en los distintos ambientes educativos que ofrecen elementos indispensables a las personas en la construcción de la sociedad.

DECÁLOGO PARA EDUCAR

1. Diálogo y fraternidad. Educar humana y espiritualmente, lleva al encuentro real con Jesucristo, donde es fundamental la escucha y la acogida de todos como miembros de la gran familia de la humanidad. Es fundamental que esa escucha y acogida se suscite por medio del encuentro respetuoso entre generaciones.
2. Formación sólida y espiritual  de apertura. El conocimiento de quienes somos, desvelado el auténtico retrato de la persona, aunque ello implique el reconocimiento de una crisis antropológica, en la que la desesperanza y la perdida de ilusiones y metas amenaza gravemente a la persona humana.
3. Afrontar la nueva evangelización en un contexto de transformación. Implica la adaptación del lenguaje a las situaciones reales del ser humano. Las personas que se dedican a la enseñanza han de vencer los miedos y acoger con alegría la fuerza que vine de Dios con la cuál los primeros cristianos transmitieron en Evangelio. También los profesores de hoy pueden y debe ser Apóstoles de la Verdad que es Cristo.
4. Hacer una propuesta educativa integral. No podemos olvidar la dimensión Cristiana en las ofertas educativas. Los conocimientos y la gestión integral de los diversos aspectos debe estar fundamentada en Cristo como piedra firme en la que se arraigue y crezca el edificio de la persona y la sociedad.
5. Implicarnos en debates y diálogos sin miedo. Es necesario emprender itinerarios con fidelidad valiente e innovadora. Es importante recordar que no ofrecemos "retales", ofrecemos a Cristo. De ahí la responsabilidad de promover a las personas sin descartar a nadie.
6.  Educar es un acto de amor, es dar vida. La educación esta dirigida a una generación que cambia, de ahí el compromiso de actualizarse y capacitarse mejor cada día.  El amor es exigente, rico en humanidad, que promueve valores y los respalda con el testimonio.
7. Transmitir la fe en una "emergencia educativa". El reconocimiento antropológico, ha de ofrecer una visión y perspectiva a los educadores a fin de crear instituciones incluyentes. Dicho propósito exige entrar con valentía en la cultura actual, expresando una presencia vida del Evangelio en las culturas y areópagos actuales.
8. Suscitar encuentro entre generaciones. Las personas mayores no pueden ser descartadas en los procesos educativos, pues ellos son portadores de sabiduría, valores, hábitos y conductas que las nuevas generaciones han de recibir como herencia.
9. No al descarte de los que sobran o molestan. ¡Nadie sobra! Tenemos una generación que es excluida de la dignidad. Los niños y jóvenes en nuestra sociedad son conducidos por sendas del descarte, razón por la cual es fundamental ofrecerles fe, ilusión, esperanza, deseos profundos de soñar de luchar por no anestesiar la utopía en el alma de las nuevas generaciones.
10. Entregar el Evangelio. La educación debe permitir que el ser humano crezca en todas las dimensiones que tiene. Es necesario orientar y ayudar a comprender que la libertad verdadera surge cuando no se cierra ni limita ninguna de las dimensiones de la persona.






La enseñanza actual ha de ser profesional y permanente. Es fundamental dedicar tiempo a Dios para crecer el el amor a él. Por eso no se ha de temer hablar de ejercicios espirituales en la vida de un profesor católico. Porque Jesús es la Vida que se comunica abundantemente en la oración y vida sacramental.


La memoria, la escucha y la profundización en las raíces de la cultura y sociedad, son fundamentales para acoger con esperanza el futuro sin temor a repetir errores, puesto que los hechos históricos ayudan a discernir el presente.
Es necesaria la conservación y vivencia de la fe, comunicándola con el apostolado del "Cuerpo a Cuerpo", saliendo al encuentro de la realidad.

Ante la oferta consumista de la sociedad se plantea la búsqueda de la memoria, el discernimiento, los valores, la fe, la esperanza, que nunca podrán ser suplantadas por la abundancia de cosas materiales para compensar lo realmente importante.

La valentía ha de surgir para expresar públicamente la vivencia de la dimensión espiritual y religiosa de la persona, que lógicamente influye en las relaciones con el mundo y la sociedad.
El Evangelio es la Buena Noticia. Es Jesús mismo, el rostro del Padre quien nos ofrece la misericordia que todo lo restaura y lo hace nuevo. El docente católico no ha de temer comunicar con la Vida, con la Palabra y con todos los medios que posee esa Verdad que hace libre a todo ser humano.